Hagamos esto rápido, como quien despega una tirita: las Navidades han acabado. Sí, ya lo sé, oficialmente terminaron el pasado 7 de enero y yo he estado ausente hasta hoy, 16 de enero, pero en el fondo todos sabemos que llamar año nuevo a esto es una farsa. No digo tampoco que sea marzo del 2020, no os llevéis las manos a la cabeza. Ante todo, conservemos la calma.
Diciembre es uno de mis meses favoritos del año y aún así, a mí también me pone melancólica. ¿Por qué? Porque es inevitable sentir esa presión del calendario clausurando años vitales. Y sobre todo, porque a mí también me han puesto alguna vez un examen el día 7 de enero.
La buena noticia es que en este todo un año que tenemos por delante, está en tierra de nadie o de todos. Es verdad que llamar a esto año nuevo es una farsa porque hay un cambio notable en el ambiente y ya no se da la bienvenida a los nuevos propósitos como años atrás . Pero es una farsa voluntaria, y por eso es casi mejor. Si te gusta la Navidad y empezar cosas, puedes prolongarlo premeditadamente, reinventándote a diario y saboreando esos primeros días como quien por la noche se sienta en un muro que aún guarda el calor del sol. Y si por el contrario llevabas meses asfixiándote, puedes por fin guardar bajo llave los pasados 366 días y dar por terminada tu penitencia.
Perdonadme esta broma de mal gusto hablar de esperanzadores y bonitos propósitos, justo después de los acontecimientos que se han sucedido días atrás, dando falsas esperanzas a esas personas que se han despertado hoy sin saber en qué día viven y quizá ni en qué año. No quise abordaros en Navidad porque me parecía de peor gusto aún. Ya sabéis que para mí hay momentos sagrados y este no es un post propiamente dicho. Es una declaración de intenciones.
Cuando escribo me gusta pensar que entro en tu mente como un fantasma, atravesando paredes y puertas y me siento en la cocina (la cocina de tu cabeza es espaciosa y hay sitio de sobra para sentarse) a esperar a que vayas a por un vaso de agua de madrugada.
Podrías contarme cualquier cosa, como por ejemplo todo aquello que te asusta o te crea ansiedad pero que no puedes decir en alto, porque si no es la misma lógica la que lo destruye, la que que hace que todo deje de tener sentido. Así que no puedes hablar de ello, es absurdo. Pero sigue ahí.
Podemos hablar de tus secretos, de las cosas que deseas para este 2021, pero no te atreves a reconocer porque no estaría bien. Sólo con que pienses en ellas me las estás contando. ¿No te sientes mejor? Además, aunque te escucho con toda mi atención, la verdad es que no puedo oírte. Sigues a salvo.
Y la próxima vez que volvamos a vernos, en otro post, haremos como si nada.