De pequeña, recuerdo que cuando se acercaba la fecha de “San Valentín” solíamos escribirnos cartitas adornadas al más puro cursi-style. Cartas invadidas por colorines y corazones. Ya fuese a tu mejor amiga o a tu mayor amor platónico (o como lo llaman ahora, a tu crush), no había quien se perdiera la ocasión.
Y ahora, siento nostalgia de todo aquello. Como el cosquilleo, del primer amor a lo Jane Austen.
Sabéis que soy algo dramática, pero si el amor en el siglo XXI se hace llamar isla de las tentaciones, qué pare el mundo que yo me bajo.

¿Dónde quedaron los mensajes a deshora, el romanticismo y los encuentros cucos? ¿A dónde fueron las flores en febrero, las miradas de reojo y el brazo por encima del hombro?
Soy una enamorada empedernida. Creo en el amor en todas sus facetas y formas. He aquí una fiel defensora de la existencia de las medias naranjas, aunque diré que a veces nos adelantamos y confundimos el amor con un dolor de tripa. El resto de la historia, os podéis hacer una idea.
En una sociedad en la que está de moda enamorarse con todos sus «adornos», un amor sencillo e íntimo, está infravalorado. MEEEECC gran error. Los gurús de la materia recomiendan, un amor que complemente todo nuestro ser o sea todo lo que buscamos en alguien. En mi cabeza me lo imagino algo así como, un tándem entre amistad, amor y atracción, todo eso en un equilibrio constante. (Para ser más exactos, un 33,33%).
Y no puedo acabar este post, sin nombrar la mayor de las odas al amor (y la lectura más codiciada en las bodas), la Primera Carta a los Corintios. Dice así:
Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo que retiñe.
Aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada.
Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada.
El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad.
El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
El amor no pasará jamás.