Igual que Frédéric Beigbeder hace en el capítulo 37 de su libro Una Novela Francesa, esta mañana me ha dado por pensar y enumerar algunas de las cosas que he heredado de mi padre.
– Los ojos.
– La imaginación y la creatividad.
– La afición por las motos y la argumentación que hacemos sobre ellas, ante cualquiera.
– Preferir el sur al norte.
– El carácter y pasar de 0 a 100 en tan solo unos segundos en una situación complicada.
– La nariz pequeña.
– Odiar cocinar y todo lo que esté relacionado con la elaboración de la comida.
– La pasión que le ponemos a todo, por pequeño que sea.
– Un gin tonic como un premio a una semana agotadora.
– No movernos en la cama.
– “El dinero está para gastarlo”.
– Ser incapaz de leer sin quedarnos dormidos.
– La timidez y la sensación de lanzarnos a un precipicio cada vez que nos enfrentamos a algo nuevo.
– Las iniciales.
– Ser el primero en emocionarse con la marcha Radetzky cuando suena.
– El afán por celebrar cualquier cosa. (Por eso le dedico este post).
¡Feliz Día del Padre!