Te perdono para dejarme en paz,
Perdono tus desplantes y tus fuera de lugar
Perdono tus perdidas y tus mensajes a deshoras
Perdono mis nudos en la garganta y mi pasado más oscuro
Perdono tus rencores, tus preguntas sin salida.
Perdono tus casualidades, las mías y si me apuras, las del universo al completo.
Perdono tus promesas y tus miradas de reojo.
Perdono tus interrupciones en las reuniones.
Perdono tus malas formas y aquellas palabras que se las llevó el viento.
Perdono tus errores y también los míos.
Y por perdonar, te perdono hasta el imaginar.
Te perdono para poder continuar, para poder avanzar. No sé si alguna vez habéis podido experimentar esa sensación de «libertad» a medias. Pues algo parecido me sucedía, no pretendo llegar a ninguna conclusión con esto porque se trata de un tema de conciencia, representa un clásico sobre el perdón desde diferentes puntos de vista.
Perdonar no significa aceptar que lo que la otra persona hizo fuera aceptable o comprensible. Pero el perdón nos hace libres (aunque en ocasiones parezca «imposible» de alcanzar) y eso es lo único que importa.
Como dice mi querida Marian Rojas, perdonar es ir al pasado y volver sano y salvo. Y ahora continúa con tu ambición, con tus objetivos y tus metas. Aprende a aceptar que hay características que no puedes modificar y céntrate en aquellas que se pueden mejorar. No importa el cargo laboral que tengas ni el sector en el que trabajes, el autoconocimiento es una base sólida para la obtención de buenos resultados. Sé autoexigente contigo sin que se te vaya la vida en ello.
(Reflexiones de una publicista a las 11.30 pm)