Y si camino de lado no se nota tanto ¿no? ¿Un sombrero, tal vez? No, no. Mejor unas gafas de sol. Si lo hubiese sabido, hubiese gritado. Si alguien me hubiese contado que el silencio cortaban me hubiese tapado los oídos y hubiese gritado esa canción a pleno pulmón. Hasta que se rompiesen los cristales. De verdad, lo prometo.
Nos preguntaron si teníamos algo que decir. Nos dijeron que hablásemos siempre o nos calláramos ahora. Nos salió la culata por el tiro y cuando se cerró la puerta se nos bloquearon las ventanas. ¿Y ahora qué? Diecinueve días, quinientas noches y mil trescientos domingos, supongo. Ahora que ya no hay tortillas a las que dar la vuelta, habrá que darle vueltas a otra cosa. Mariposa. Me pregunto cuál de todas ellas ha batido sus alas al otro lado del mundo. O de lo que queda de él, claro.
No preguntes. Sé cordial. Camina recto. Primero un pie y luego el otro. Levanta la cabeza. Finge, no sea que a una de las 7000 millones de personas que habitan el planeta le dé por sospechar que algo va mal. Deja que los viernes se vistan de largo, y asegúrate de que la cola arrastre por lo menos hasta el martes. Por cierto, acuérdate de pedir que no te pongan limón en la copa, que somos fuertes, pero no tanto.
Pídele a la vecina que no se ponga los tacones hasta que no se ponga el sol, por favor. Quédate con lo bueno. Di tus últimas palabras, como si no hubieses tenido tiempo de decirlas antes. Siéntete en pleno derecho de analizar uno por uno todos los puntos por los que las cosas son o no son, según tú.
Haz memoria. Intenta rescatar del fondo de alguna botella, lo que queda de lo que eras. Es una buena manera de dejar pasar el tiempo hasta que te des cuenta de que todo ha cambiado. Y tú también. Cuenta los días hasta que los días tengan algo nuevo que contaste. La primavera siempre llega, aunque parezca que no.
Juega al escondite, aunque de pronto todas las ciudades se reduzcan a una calle. Piensa bien y no acertarás, pero por lo menos podrás poner cara de sorpresa, que siempre queda mejor. Ah, se me olvidaba: sonríe.
Pon un poss-it en la nevera que te recuerde que cuando hayas plantado un árbol y tenido un hijo o cuatro, y te dispongas a escribir tu libro no deberías olvidarte de que hay capítulos sin los cuales no se puede contar la historia, que hay historias sin los cuales no se puede contar la historia, que hay historias que no caben en un libro y que hay libros que uno siempre vuelve a leer.
Y la próxima vez, por favor, no olvides la hora del vermut.