Y vuelta a empezar, pienso mientras recojo uno de los millones de adornos de Navidad en mi casa. Es sorprendente lo rápido que pasa todo, otro año más se ha ido en nuestras narices.
No soy de las típicas dramáticas por la vuelta «al cole«, eso se lo dejo al resto, porque en estas Navidades el trabajo ha abundado por su existencia, pero esto no quiere decir que no salga mi lado más sensible y desafiante a la vez (aunque no dure más 15 minutos). Y os voy a explicar el porqué:
Llevamos solo 9 días, 216 horas y 777600 segundos de un nuevo año, sé que parece una tontería, porque sólo se diferencia en un número del año anterior, y quizá para muchos las vacaciones de verano suponen más cambio que la cuesta de enero, pero dejadme que os diga algo, para muchos estas Navidades han significado reencuentros, cambios, respuestas, reconciliaciones, y estoy totalmente segura que eso ha cambiado el curso normal de su vida.
Por ello, déjame que te diga, que si todavía no has pensado ningún propósito (porque piensas que son absurdeces de gente cursi) aún estás a tiempo, porque aunque la vida no va a esperar a que te pongas las pilas, nunca es tarde si la dicha es buena.
Pero, ¡ten cuidado!, no vale colocarse la medalla por pensar en super propósitos, si sabes que no lo vas a conseguir o por lo menos de momento.
Como cada noche de fin de año, en casa hacemos una lista de propósitos con todos lo que componen la mesa esa noche, y como una de los integrantes de esa mesa, os voy a desvelar la mía.
Después de desvelaros my list! os reto a dos cosas:
– Escribir la vuestra propia
– Ayudar a cumplir o hacer posible algún propósito a aquella persona que os desvele la suya.
Os animo a hacer esta especie de «cadena de favores» y así podáis experimentar el gran poder que puede llegar a tener un detalle o dedicar un par de segundos hacia otra persona o viceversa.