Si no quieres retroceder, no camines hacia atrás.
Si no quieres que el café se desborde, deja de marearlo.
Ponle azúcar, sacarina, o sal.
Haz que se mezclen, y saca la puñetera cuchara.
Demasiadas veces se nos va la fuerza por la boca, decimos y decimos, pero ¿cuántas hacemos?. ¿Sabes que pasa si le das 20.000 vueltas al café con la cucharilla? Finalmente, se derrama el café. Y dices, joder, vaya mierda. Aunque has sido tú el que no ha parado.
Soy adicta al café (cualquiera que me conozca, lo sabe), me encanta, creo que es una de las cosas que tengo claras en la vida. Me gusta con leche, templado y con esa espumilla de arriba, eso me flipa. Me gusta tomármelo en casa y fuera de ella, que me lo pongan en una taza bonita y que me pongan uno de esos dibujitos en la espuma. Me encanta tomármelo con gente y también sola. Y si, me encanta marearlo con la cuchara, hasta que se derrama, y empiezo a protestar.
Si no quieres continuar en tu trabajo, busca otro. Si tienes ganas de estar con alguien, sal y relaciónate. Si no quieres seguir en una relación, déjala. Si quieres sonrisas sonríe, si quieres abrazos abraza. Si quieres comprarte ese caprichazo, ahorra. Si quieres adelgazar, haz deporte y cuida tu alimentación. Si quieres aprender, lee. Si quieres bailar, ponte música.
Si quieres soñar, duerme. Si quieres interiorizar, pasea. Si quieres respirar, vete al campo. Si quieres soltar, llora. Si quieres dejar ir… suelta.
Si no quieres que el café se derrame, deja la cuchara tranquila. Es mano de santo. Un remedio sorprendentemente infalible. A veces cuesta más, esos cafés nerviosos, lo caliente que está, el azúcar, que viene en terrón… No siempre es fácil. No siempre es bonito. Pero siempre es necesario.
Que tengáis un buen lunes queridos. Y recuerda, sobrevivir es de cobardes. El sobre, para las postales de navidad.