Y aquí estás de nuevo, haciendo de las tuyas. Como decía la nueva campaña de una reconocida marca alemana de vehículos de lujo, en Navidad, los regalos siempre debajo del árbol.
Cuando crees tenerlo todo bajo control, todo en orden, todo, aparentemente, en su sitio llega (casi) el 2019 y te lo desordena. Ese momento en el que algo, llámalo destino o…vida, sucede y te hace cuestionarte y perder ese equilibrio que presumías dominar. Es entonces, cuando te das cuenta, casi por casualidad y de repente, que la vida sigue su ritmo maratoniano ajena sucesos y episodios personales, ajena al ahora, al presente más íntimo de cada uno. Son sucesos que necesitarían más tiempo del que ella, la vida, quiere concederles. Son sucesos que requieren de un paréntesis para poder digerir de una forma más o menos elegante y correcta todo lo que ha acontecido sin previo aviso.
No sé si me explico, pero es que cuando ocurre algo importante que no estaba en nuestra querida agenda ni en el orden del día, da igual lo que sea, hace que sientas la necesidad casi imperiosa de parar, de recapacitar, de respirar más despacio, sólo un poco más despacio. Necesitas echar el freno de mano y contemplar a través del cristal lo que la vida te tiene preparado a la vuelta de la esquina. A veces son cosas bonitas y otras no lo son del todo. Ese giro por sorpresa hace que tengamos que recomponernos y empezar a buscar las piezas del puzzle que faltaban. Pero esa recomposición, creo yo, requiere de un periodo de adaptación, de un periodo de aceptación.
Y es que hay circunstancias que hacen temblar tus propios cimientos, te desestabilizan, te zarandean, te aturden. Una especie de mareo constante sin biodramina al lado para calmarlo.
Creo entender, ahora, que este tipo de cosas son sólo una parte de las reglas de todo esto del juego de la vida.
Creo entender, ahora, que hay veces que dar ese pasito hacia atrás es necesario para poder dar dos al frente sin miedo a nada.
A pesar de todo, sigo sin asumir ciertas cosas. Muchas. De hecho, hay algunas que me niego a hacerlo. Que lo entiendan otros, que yo no puedo. Tampoco puedo controlar todo lo que me gustaría (a pesar de tener obsesión hacia ello). Hay puntos, detalles y notas que no debí leer bien. Esa letra pequeña que, en ocasiones, hace replantearte todo. Volver la vista atrás y ver que todo lo importante sigue – y seguirá – ahí, sólo que ahora debes cambiar ciertos puntos de vista. Matices que harán que todo lo que venga sea infinitamente mejor.
Hay momentos, hechos, que hacen que la escala de valores que aprendiste, o eso creías, en su día se reorganice a medida que pasas pruebas. Tus prioridades cambian de la noche a la mañana, tus gustos ya no son los que eran… lo primero de ayer es lo penúltimo de mañana. Y así, con casi todo.
Por eso, que sea (es) tan necesario a veces, aunque tenga que llegar diciembre, parar, mirar a un lado, también al otro. Respirar. Cerrar los ojos. Y empezar a caminar. O, mejor dicho, seguir caminando. Esta vez con paso firme y decidido, con la lección de la vida bien memorizada, sabiendo lo que sí y lo que, tiene que cambiar. Porque la vida sigue con sus puertas abiertas de par en par, la vida no para, la vida es eso que está ahí fuera…y es nuestra. Sino te recordarán «murió agradando a la gente».
Y hasta aquí mi reflexión de un viernes cualquiera. La historia de un jueves que quería ser lunes. El último buche de cerveza que hace que más adelante saborees las cosas de otra manera. La hoja llena de tachones y frases inconexas que nunca debieron ver la luz.
Al final, no es más que la necesidad de todo ser humano de querer que pasen cosas, a toda velocidad, sin darnos cuenta que, en la mayoría de las ocasiones, las cosas pasan cuando tienen que pasar, no cuando nosotros deseamos.
Supongo que la vida tiene sus caprichos, tiene sus propios planes… pero diciembre siempre es el mes perfecto, tiene algo que nos hace diferentes, nos activa por unos días.
Pero no me tomen demasiado en serio. No era más que eso. Una tarde de reflexión, de pensamientos entrelazados. De esas que dicen que lo mejor, siempre, está por venir.