Conforme se acercan los meses de verano, no podemos quitarnos de la cabeza, un letrero grande en color flúor qué dice «el verano de tu vida». Todos nos ponemos en busca y captura de planes, experiencias y millones de aventuras que hagan que el verano pase de todo, menos desapercibido.
Veranos invertidos en horas de puestas de sol entre amigos, de comidas familiares en el pueblo, de cenas en lugares inimaginables y planes de última hora. De baños a la luz de la luna y topless en playas remotas. De experiencias en ciudades tangerinas y bailes entre desconocidos.
Un tiempo en el que parecen que las horas de disparan por mil y las millones de cosas pendientes que tienes apuntadas en las notas del móvil las puedes hacer…
Pero ya ha llegado septiembre, y aún no quieres escuchar la canción de Amaral que hace que pierdas la mirada en la carretera, de vuelta a la ciudad, “no quedan días de verano”. Te niegas a aceptar tu tono de piel, que aún no se ha liberado de ese blanco a base del flexo de la agencia. Aún no te has bañado lo suficiente en el mar. No has estrenado todos tus bikinis nuevos, no has saltado suficientes olas. Ni disfrutado suficiente de tus amigas, ni visto demasiadas veces el spot de Estrella Dam. No te has imaginado navegando por un velero, de esos como el anuncio de Dolce & Gabbana. Han sido muchos meses de espera así que, no lo olvides, aún quedan días de verano. Y vas a vivirlos al máximo.
Se suele decir que nadie necesita más vacaciones que el que acaba de tenerlas. Aún tienes muchos amigos con los que reencontrarte. Muchas anécdotas que recordar y muchos planes que aceptar. Sin pensar, para desmontar eso de que todo tiempo pasado fue mejor.
Que, aunque te cueste creerlo, aún no has escuchado la canción “Lo Malo” lo suficiente. Y que hay un repertorio de canciones del verano que están esperando que las bailes toda la noche. Que las fiestas de los pueblos aún están a mitad. Y a ritmo de “Mayonesa” y pasodobles, con tus vecinas sonrojadas a base de vino tinto en medio de la plaza. Y aún quedan muchas comidas familiares. De esas en las que todo el mundo habla alto y a la vez, mientras se menean las copas y la comida rebosa en los platos. De esas en las que, por un segundo, coincides tu mirada con la de tu abuela, y sabes que hay momentos que cuestan muy poco y que valen mucho.
Y aún no has olvidado todas las penas que en invierno se te han congelado en el pecho. Todo el trabajo que has cargado a tus espaldas, todos los besos que no has dado. Todos los perdones que se te han atragantado, ni todas las metas que no has alcanzado. El verano está para recobrar energías, para volver a un otoño cargado de posibilidades. Está para lograr nuevos objetivos, para enmendar errores, y para conseguir llegar a fin de año con todos los propósitos cumplidos. Está para olvidar todos los “no” que te arañan los labios, para dar segundas oportunidades a todos los que se las merezcan. Aún quedan días de verano. Este es sólo uno más que se agota como en una cuenta atrás. Disfrútalo.