Vivir con prisa, antes de tiempo…
Tenemos ese afán por vivir las experiencias antes de tiempo, esa curiosidad que se mezcla con esa prisa tonta, que nos sitúa en el lugar equivocado en el momento equivocado.
Desde que somos pequeños soñamos con ser mayores. Vemos a esas niñas pequeñas vistiendo la ropa de su madre, poniéndose tacones y maquillándose a base de pintalabios por toda la cara. Cuando estamos en el colegio pensamos en el instituto y cuando estamos en el instituto pensamos en trabajar o ir a la universidad. Cuando estamos trabajando queremos ascender o cambiar de trabajo, y así sucesivamente, hasta que un día despiertas y te das cuenta de que el tiempo se esfumó delante de tus ojos. Es ese inconformismo que a veces ni entendemos, el querer ser rubia siendo morena, tener el pelo liso teniéndolo rizado.
Empezamos a salir de fiesta cuando aún no tenemos claro la tabla de multiplicar. Y pronto el Malibú piña nos sabe a poco y los garitos de siempre aburren. Cuando realmente nos llega el momento de salir de fiesta, estamos hartos de ella. Nos conocemos el ambiente, la gente que lo frecuenta y hasta el orden de las canciones. Y es por eso que cuando debías estar en casa estudiando para el examen del lunes, estabas subido a la plataforma de la discoteca con un par de copas de más. Y cuando deberías estar precisamente ahí, dándolo todo con tus colegas, te encuentras en casa con tu abuelos viendo una película, concretamente Los Puentes de Madison. Y te das cuenta de que te has hecho mayor, pero a destiempo.
Y esa prisa por vivir nos quema los días en el amor. Que ni sabíamos lo que es ni nos hacíamos una ligera idea. Y ya íbamos por ahí perjurando tequieros y sufriendo lo insufrible por un amor, aparentemente, para toda la vida. Que un par besos largos una tarde cualquiera en el parque de siempre, se convertían en un plan maravilloso. Y cuando las cosas se torcían, nos quemaba el pecho y se nos revolvían las entrañas, y ni nos hacíamos una idea de lo que ibamos a sufrir. Es por eso que cuando crecemos, y realmente se nos presenta una gran oportunidad, tenemos demasiadas yagas por todo el cuerpo, que no se ven pero se sienten, que se perdonan pero no se olvidan. Esos amores adolescentes de los que tanto aprendimos podrían haber sido amistades duraderas…ya tendríamos tiempo de meternos en relaciones serias.
Es esa prisa la que nos hace perdernos tantas y tantas cosas. Todo llega a su tiempo. No es la primera vez que lo has oído ni será la última. Y aun así, esas cinco palabras no acaban de calarte del todo. Ni a ti, ni a mí.
Esperar está bien. Esto no implica dejar de vivir, no implica dejar escapar el tiempo hasta que llegue esa fecha de nuestro calendario, esperar significa aprovechar cada instante que te da cada día y que no va a volver jamás. Esperar significa disfrutar de todo cuanto te rodea hasta que llegue el momento esperado. Dedícate un momento a pensar en todo lo que tienes ahora, cualquier detalle que te saca una sonrisa, y que cualquier día podría desaparecer. Esperar nos hace entender, que hay cosas en la vida que merecen más la pena que lo inmediato.
Todo llega a su tiempo. Mientras tanto, intentaremos no vivir a destiempo.