Hay personas a las que les gusta pasar desapercibidas, aquellas que no les mola en absoluto llamar la atención, ni mucho menos pretenden hacerlo. Pero que de una forma u otra siempre te hacen la vida algo más fácil. Las hay de muchos tipos: la vecina del primero, el chico de la cafetería, la compilación de turno, …
Yo no soy de esas personas que pasan desapercibidas, aunque lo intento, y no por mis dotes físicos que son 0, sino que mis gafas de culo de baso me delatan junto a mis hoyuelos que recogen mi caja de dientes y hacen que mis arrugas se multipliquen de manera desorbitada, dando la sensación de una loca empedernida sevillana de pura cepa, china de ojos verdes.
A lo largo de mis 24 años de existencia y mi deprimente madurez he podido aprender algo “que nadie se aleje de tu vida sin ser un poco mejor” y os prometo que es algo que intento constantemente y lo seguirá haciendo. Aunque a veces resulta extremadamente complicado, pero debemos aspirar a ser el fenómeno de alguien y aunque ahora estéis pensando que lo sois, no me lo creo, es más complicado de lo que crees y no se consigue con facilidad.
Ayer, mientras veía Bertín Osborne con Paz Padilla (muy recomendable). En un momento cambió el tono de los chistes y es que aunque no lo puedan transmitir, son los fenómenos de su casa. El fenómeno de tus padres cuando con contratiempos y mucho esfuerzo consigues tus metas, el fenómeno de tu ahijada que solo quiere una cosa en el mundo: parecerse a tí. El fenómeno de esa compi de trabajo a la que eres capaz de transmitirle que las cosas, aunque tarden, acaban saliendo.
Lucha por ser el fenómeno de alguien, y ten por consiguiente que lo serás, por pequeña que sea la catástrofe.